En una clínica pamplonesa nació hace 26 años Fernando Llorente Torres. Cuentan que el niño, en vez de llorar, rugió. Vio la luz en Pamplona, se crió en La Rioja y creció futbolísticamente en el Athletic, equipo que llevaba en la sangre sin saberlo.
Llorente cumple años un 26 de febrero en el mejor momento de su vida. Su crecimiento ha sido el mismo en el terreno de juego que en la vida real. Fernando se ha convertido en el más alto y en el más grande de todos en el Athletic, equipo que disfruta cada minuto del jugador gigantesco que tiene. Su evolución ha sido escandalosa.
Debutó hace poco más de seis años con el primer equipo del Athletic. Valverde fue el que se atrevió a darle la oportunidad y se la dio a lo grande, en La Catedral. Fueron los primeros pasos entre los mayores de Fernando, un delantero de altura que ha roto tópicos y estereotipos. Llorente es la excepción que confirma la regla. Ser alto no te obliga sólo a mirar el cielo y repudiar la tierra.
Llorente no es un 9 de los de toda la vida. Es un gigante que también sabe desenvolverse por el suelo, y eso que lo tiene lejos de sus ojos. Fue aumentando su peso en el Athletic y destrozó las puertas de la selección española, con la que se proclamó campeón del mundo en Sudáfrica.
El presente y el futuro le pertenecen
Fernando es un buen tipo que nunca deja mal al compañero. Le encuentras por donde le busques, por las alturas o por el suelo. Se llevaría bien con los pájaros y también con los topos. La cabeza no sólo la tiene para rematar, también la usa para pensar y entender el fútbol por alto y por bajo. Es un aventajado a su tiempo, el futbolista del presente y del futuro.
En la jungla de San Mamés todos rugen, pero Llorente lo hace más fuerte que el resto. Es el que lo hace desde lo más alto. Tiene los dientes y las garras siempre afiladas, pero también domaría una fiera si se lo piden. Es Fernando Llorente, el que recita los versículos en San Mamés, la iglesia del Athletic. Su nombre y su palabra no pasan desapercibidos para los grandes de Europa.
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