Reconozco que nunca he estado en San Mamés, pero cada vez que veo un partido de La Catedral por la televisión la envidia me corroe. Me entran unas ganas enormes de estar en la grada de un estadio tan mítico y mezclarme entre el ambiente de fútbol que se vive en cada partido del Athletic.
En una época en que la muchos partidos de la Liga BBVA no están a la altura de la 'Liga de las Estrellas', cada partido de los leones es otro mundo. Desde el principio se sabe que se van a dar los ingredientes que debe tener un encuentro de fútbol. Pase lo que pase, se dé el resultado que se dé, la emoción va a durar hasta el final y se disfruta del deporte rey como en ningún otro sitio.
Con sus ánimos, la afición del Athletic da un plus a unos jugadores que siempre se dejan la piel por la camiseta y que se ayudan del aliento de los suyos para correr más que el rival y tomar oxígeno cuando las cosas no van bien.
Brega, lucha, tensión, ilusión, magia o capacidad de superación son algunas de las cosas que se acumulan en el túnel de vestuarios y que impregna a todo jugador rojiblanco antes de saltar a un césped que sólo recibe ánimos durante los noventa minutos. En caso de abroncar al equipo, se hace cuando el colegiado señala el final, cuando el resultado ya no se puede cambiar.
Desde mi punto de vista, muchas aficiones y muchos clubes deberían aprender de la bilbaína a la hora de afrontar cada partido, de esta forma el fútbol sería mucho más pasional y el ambiente en los campos estaría a la altura de la que ahora mismo, mal llamamos desde mi punto de vista, 'La mejor Liga del mundo'.
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