No es una broma, aunque lo parezca. Diez días después del derbi, el Comité de Competición de la Federación Española de Fútbol decidió sancionar al Atlético de Madrid con una multa de ¡¡¡150 euros!!! por la pedrada a Manuel Pellegrini. Suena a tomadura de pelo, a despropósito, que nuestra justicia deportiva considere simplemente una falta de carácter leve lo que es una agresión en toda regla.
Por desgracia para nuestro fútbol, la imagen del técnico chileno quejándose del impacto en el rostro dio la vuelta al mundo. Y no fue la única, porque también se pudo comprobar cómo un objeto golpeó en la cabeza de Kaká durante la celebración del primer gol madridista. Ahora, en todo el mundo saben que agredir a un rival sale casi gratis en España. No es de extrañar que ayer algunos bromearan con lo barato que es lanzar una piedra al entrenador rival. Lo peor de todo es que estamos ante un asunto muy serio.
Para Alfredo Flórez y compañía, esto es algo de lo más normal. Escudarse en el carácter supuesto de la agresión que recoge el acta arbitral -no se encontró la prueba del delito- es una auténtica barbaridad. Los agresores, que ni mucho menos representan a la afición atlética, se han ido de rositas y Competicion ni siquiera ha sido capaz de apercibir de cierre el Calderón tras sendas agresiones que se han saldado con unos irrisorios 150 euros de multa. ¿Es esto de verdad justicia deportiva? Cualquiera en sus cabales diría que no.
Más allá del caso particular en sí, todos deberíamos reflexionar sobre el fenómeno de la violencia en el deporte. Si consideramos normal lo anormal, corremos el riesgo de acabar como en Argentina, donde los radicales campan a sus anchas. El Comité de Competición debe actuar con mayor rigor y sin tibiezas ante cualquier comportamiento violento en los estadios. Si no, mal nos irá.
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